martes, 27 de julio de 2010
El México de hoy está peor que el de hace 100 años, dice Pedro Ángel Palou
CIUDAD DE MÉXICO (CNNMéxico) — El porfiriato, como se conoce a los años en que México fue gobernado por Porfirio Díaz, fue la época de la gran modernización del país, al grado de que se consideró como una potencia mundial.
"Por primera vez, y quizá última, se la cree y se la creen", dijo el escritor Pedro Ángel Palou. Un siglo después, señala, el país vive "sin rumbo, desangrado".
En su libro más reciente, Pobre patria mía (Planeta 2010), Palou devuelve la voz a uno de los personajes más despreciados de la historia oficial: Porfirio Díaz, quien encabezó el mandato más largo de México -tres décadas-, y que se caracterizó por el progreso y la represión.
Durante el gobierno de Díaz, una élite vivía con lujo afrancesado y el país progresaba con los mayores avances técnicos de la época, mientras que las clases populares vivían en condiciones de miseria.
Desde el triunfo de la Revolución, iniciada en 1910 precisamente en contra del régimen de Díaz, el político fue estigmatizado por la historia oficial.
Escrita en primera persona, Pobre patria mía cuenta los últimos años de vida de Díaz desde su exilio europeo. Sin embargo, Palou aclara que su intención no es reivindicarlo.
"El autor, como el biógrafo, tiene que desaparecer y presentar los hechos en su justa dimensión, no es un juicio sumario, debe ser el propio lector quien lo juzgue".
El escritor, que antes noveló también la vida del héroe revolucionario Emiliano Zapata, apunta que "hoy no tenemos rumbo ni país, estamos en otra guerra civil (enfrentamientos entre cárteles y el combate gubernamental al crimen organizado), nos estamos desangrando quizá por razones más innobles...Los festejos son iguales que el país, sin rumbo, igual de fatuos".
Un siglo después del inicio de la Revolución Mexicana, Palou considera que "(los mexicanos) no tenemos algo que festejar, sino algo que debatir: la Constitución mexicana tiene 400 enmiendas, está tullida, ganaría los Paralímpicos de las Constituciones. Necesitamos una nueva Carta Magna".
Tras una minuciosa investigación, cuenta que logró documentar la vida, las opiniones y anécdotas de Porfirio Díaz, pero su obra no es una biografía más, sino el relato del último capítulo en la vida del mandatario.
"Sangre, miseria, corrupción. ¿En qué orden lo pongo? Cualquiera vale… esas tres palabras definen al país que abandoné el 31 de mayo de 1911", dice el imaginario Díaz en sus últimas reflexiones. Palou asegura que esta definición sigue vigente 100 años después, "estamos peor que el México de entonces".
"La sociedad está corrompida en lo más hondo. Cualquier alcalde necesita menos de un año para hacerse millonario. Quitando el 68, nunca hubo en el siglo XX un momento de mayor crispación social, de ruptura del tejido social, de violencia. Y hay una profunda desesperanza. Agregaría hartazgo y, salvo Venezuela, no veo un país más harto, ni Cuba, con gente más violentada en su vida cotidiana, sin ninguna esperanza".
El villano preferido
El autor explica que, si bien es cierto que en la época de Díaz para muchos la mayor preocupación eran los modales, justamente "los codos en la mesa" era lo único que separaba al país del Primer Mundo, pues se habían construido grandes obras públicas, se combatía con eficiencia el analfabetismo, y era momento de "cosechar la paz porfiriana".
Esto dio la oportunidad al ex presidente mexicano de convertirse en gran héroe nacional, en opinión del ex rector de la Universidad de las Américas de Puebla.
"Esos 20 años después de su gobierno pudieron ser de cosecha de la estabilidad y paz porfiriana, probablemente hubiéramos sido en el siglo XX una de las grandes potencias mundiales, estábamos llamados a serlo".
Pero el gran error de Díaz, dice el autor, fue no admitir que "México no era su hijo adolescente al que tenía que guiar", porque fue él quien, en su "tozudez y negativa a la modernización política, nos lleva a la guerra civil".
-¿Qué truncó el camino de México hacia la élite mundial?
-Los 11 años de guerras revolucionarias, porque, en sentido estricto, esta guerra civil no terminó hasta la década de los 30 con la presidencia de Lázaro Cárdenas.
“Muchos generales revolucionarios fueron mucho más crueles y terribles que el propio Díaz. La diferencia es que a él no se le justifica, porque estaba en el ejercicio del poder y de la paz, y los otros en el ejercicio de la guerra.”
Sin nada que festejar
Palou recordó la celebración de Díaz para el centenario de la Independencia de México, de la corona española.
"Por decreto, Díaz devuelve a la sociedad, en infraestructura, lo que perdió en sangre por la Independencia. Ese es el espíritu de los festejos", agrega el autor de Demasiadas vidas.
Retoma el tema del bicentenario que se celebra este año y critica que sólo en la ceremonia del 15 de septiembre próximo, se gastarán 1,100 millones de pesos, pues se ha contratado a organizadores de la inauguración de los Juegos Olímpicos de Los Ángeles 84.
"Pero si ahora no son los Olímpicos, estamos festejando algo que debería tener contenido", dice.
El autor agrega que la falta de discusión pública, de debate sobre el México que se quiere en un futuro, no es sólo culpa del gobierno federal, pues ningún actor político ha asumido esa responsabilidad.
"La democracia, esa que nos costó tanto a los mexicanos, se ha convertido en una partidocracia secuestrada. Se parece mucho a los tiempos de Díaz. Los ciudadanos estamos gritando 'somos mayores de edad, reconózcanlo y déjenos participar. México tendrá un rumbo cuando la sociedad ejerza el papel activo que le corresponde y tome decisiones", considera Palou.
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